Yo ya no soy yo

 En retrospectiva yo ya no soy el mismo de hace un año. Pero tampoco soy el mismo de hace dos años, no tres o cinco o más. Ni siquiera creo que me siento como el mismo de ayer y seguramente el día de mañana no me sentiré como hoy. 

Si mi yo de veinticinco me viera, me desconocería por completo. Si mi adolescente de quince me viera definitivamente lo asustaría. Nadie nos prepara para las situaciones complicadas. Nadie nos prepara para el vacío de nuestro interior, la verdadera soledad, ser puesto a un lado y con el tiempo ser olvidado. 

Este año cumplí con un propósito: dejar de consumir la vida de los demás. Me refiero a que hubo un momento en que veía su vida a través de las redes sociales y me apasionaba a tal grado de provocarme una sensación de ansiedad. No quiero dar pie a mal interpretaciones. Las redes en sí, es una manera de saber lo que sucede en la vida de los que importan. Así mismo, otro propósito que cumplí fue el de justamente abandonar algunas redes, si no es que casi todas pues solo dejé Facebook activo e instalado en mi móvil.

Ya no me interesa mostrar nada ni buscar a nadie. El que quiera hablarme, que me busque. De igual manera, si necesito hablar con alguien, pues lo buscaré. Esto me ha funcionado de alguna manera, aunque sí, la soledad ha pegado más de lo que esperaba pero la paz ha sido satisfactoria. 

Y después de un año, mis ideas no han cambiado. Y eso me entristece, me preocupa. Pero, aquí seguimos, solo que con un resfriado o lo que quedó de esa gripe. ¿Saben? Algo que sí ha cambiado es el calor. No ha bajado, solo aumentado y preocupa que siga en aumento. Justo le comentaba a una vecina (linda por cierto) que hace años, cuando tenía como doce o trece, los diciembres en Bahía de Banderas eran fríos pero fríos que sí tuve que usar suéteres calientitos para esas desmañanadas para ir hasta Puerto Vallarta a la escuela. Una navidad la recuerdo por su madrugada de diez grados centígrados. ¡Diez! 

Pero bueno…

Hoy cumplo treinta y cinco años de vida. No indicios de mejora. No hay indicios de milagros. Solo quedo yo, cenizas de lo que alguna vez fui.